Carta del Papá de Rocío


Hola me llamo Félix y soy el padre de Rocío. Diré que como tantas cosas en la vida creemos que siempre les ocurren las tragedias a otras personas, obviamente no estamos preparados y sobre todo si es el asesinato de una hija.

Esa noche del 30 de noviembre de 2008, algo extraño ocurría, Rocío tenía la costumbre de llamar si por algún motivo se retrasaba, eran las diez de la noche y no había llamado. En las noticias de la televisión comentaban que en Valencia había sido asesinada una mujer. No sé el porqué pero en aquel momento me entró un sudor frío y la sensación de que esa pobre chica podría ser mi hija.

En el momento en el que mi familia y yo nos disponíamos a salir de casa para presenciarnos en la comisaría y dejarnos así de posibles especulaciones, se presenta una pareja de la Policía Nacional y es mi hijo quien en primera instancia les atiende. No faltaron palabras, recuerdo que mi hijo gritó: “No me digan que es mi hermana”. Un policía se limitó a decir:” Rocío López… ha sido asesinada”.

La pareja de policía nos dio una pequeña hoja que todavía conservo con un nº de diligencia y un nº de teléfono y nos comentaron vayan mañana a la comisaría central de Valencia y se lo aclararán todo, lo sentimos, y se marcharon. Ahí es cuando te das cuenta de que en España no existe ningún tipo de protocolo de asistencia a las víctimas.

Nos quedamos sin habla, sin sangre, helados, sin saber qué hacer…Ahí empezó el infierno, la peor experiencia que pueden sufrir unos padres y un hermano en esta vida. No era verdad, no entraba en nuestras mentes, nos negábamos a creer en la realidad. Estaba viviendo una experiencia desconocida, incrédulo de lo que estaba ocurriendo, incrédulo que Jairo Alfonso Ortíz hubiese asesinado a mi hija Rocío ¿Por qué? ¿Qué había pasado?.

Al día siguiente, la policía me acompañó al piso donde había ocurrido el asesinato, luego al juzgado, donde aún recuerdo que la Fiscal Jefe de Violencia de Género de Valencia me abrazó y me dijo: “Fue todo muy rápido y Rocío no sufrió”, pensad en esa explicación…

A los dos días, una vez realizada la autopsia y todos los trámites para trasladarla a Castellón, fui a Valencia para acompañarla en el traslado. En ese momento fue cuando pude verla por primera vez y no permití que nadie más la viese, ni siquiera su madre, era una situación muy tensa y no estaba para que se la viese. Le di en la frente 3 besos, uno por su madre, otro por su hermano, un último por mí y mandé cerrar el féretro.

Dentro de ese dolor inmenso y que aún crees que no es posible lo que ha sucedido, para nosotros fue un pequeño consuelo ver la Iglesia de la Trinidad de Castellón el día de su entierro abarrotada de gente y muchas personas en la calle que no pudieron entrar. Se necesitaron tres coches fúnebres más aparte del que llevaba el féretro, para llevar todas las coronas y ramos de flores. Rocío era una persona muy querida, era la alegría personificada.

Al final del funeral y sólo con la fuerza que tiene una madre, Lucila se dirigió a todos los presentes y dijo:”No lloréis por Rocío, Dios nos permitió gozar de su presencia durante 25 años y Dios se la ha llevado”.

A partir de ahí para mí empezó una vida desconocida y de la que no estaba preparado. Al volver a casa se había apagado la voz de Rocío, esa risa explosiva con la que contagiaba a todo el mundo que la rodeaba ya no se oía. Sus frases, comentarios, preguntas, sus enfados, etc. No se oían, era silencio.

Durante varios meses, quizá más de un año no pude entrar en su habitación. Sin embargo era frío en mis pensamientos cuando hablaba con los abogados, había que indagar todas las posibles causas de la tragedia, de la cual sólo había un culpable, el asesino. Mi mente no guardaba curiosamente remordimientos contra el que había destrozado la vida de Rocío y nuestra familia, cuando me preguntaban algo sobre él, siempre decía lo mismo: “Mi mente está ocupada completamente por Rocío y no queda sitio para pensar en el asesino”.

Me refugié en el trabajo, salvo cuando tenía que ir a resolver asuntos legales. Estaba herido de muerte pero tenía que tener la cabeza fría para hablar con la jueza y posteriormente juez (jueces de instrucción), con el fiscal, con los abogados y medios de comunicación que en muchos casos sólo buscaban el morbo, no preguntaban por Rocío, sino por el asesino, como había ocurrido, si había malas relaciones.

También, duele mucho que gente que te rodea te diga, es muy duro pero hay que recuperarse que la vida sigue. No sabéis el daño que hacen esas palabras.

A mí me salvó, quizá, la Fe; fue el clavo ardiendo al que me agarré porque pensé, no puede ser que la vida de Rocío termine aquí, hay algo que desconozco pero hay un más allá. Es imposible que la vida de mi hija termine en un ataúd; su trabajo, sus inquietudes, sus proyectos, sus ilusiones,….su vida. Hay otra cosa después de esta vida y sé que llegará el momento en que la volveré a ver.

Al año y medio del asesinato de Rocío vino un momento durísimo, no hay palabras para describir el dolor que sentí. Fue la celebración del juicio, tener al asesino delante de ti, ver su cara inexpresiva, preguntarte el porqué había matado a mi hija, que, además, se había desvivido por él para ayudarlo siempre.

Recuerdo que cuando terminé mi declaración en el juicio, le miré fijamente a la cara que la tenía mirando el suelo y le dije gritando: “Si eres hombre, mírame a la cara, cobarde”, la juez no me llamó la atención y los policías que lo custodiaban ni se movieron, pienso que todos entendieron mi explosión de rabia.

Lucila fundó la asociación “AFAVIR”, que nos mantiene vivos y que mucha gente no entiende ni apoya ya que piensan que le estamos dando demasiadas vueltas al tema Rocío, no comprenden que luchamos para que no haya más Rocíos, que no sean un simple número en una fría estadística.

La escala de valores que tienes en la vida, como cualquier persona, te cambia completamente, ahora sabes lo que verdaderamente es importante, te enfrentas con temas y situaciones injustas que antes era imposible que lo hicieses, hablas claro a los políticos, les recriminas su hipocresía y falta de tacto, escribes cartas en la prensa denunciando situaciones injustas.

Todas las ilusiones y proyectos que tenías han desaparecido, lo único que no ha desaparecido son las ganas de luchar por una causa, que por más que se hable de ella en los medios de comunicación, en programas de televisión, etc., nadie quiere afrontar. La hipocresía mostrada por los políticos no podéis imaginar hasta qué extremos puede llegar. Es una patata caliente que nadie quiere de verdad afrontar, quita votos y la mujer sigue siendo víctima de 2ª clase. Incluso algunos/as políticos/as intentan evitarte.

Llega a ser un día a día muy duro pero como digo hay que seguir luchando.

Un abrazo
Félix